sábado, 22 de septiembre de 2012

NOVATO


Primero, las tres de la mañana no era hora propicia para estar solo en aquel vecindario. Segundo, en su primer día de patrulla, aún tenía por dentro los humos del ron.
Con todo y lo espeso de la mente, se fue por cada avenida y se metió por todo callejón. En uno de ellos vio unas sombras que no se sumaban a la realidad. En vez de echarle la culpa a los estragos del alcohol, hizo algo que tenía demasiado advertido nunca hacer de noche en aquel vecindario: se bajó del automóvil.
Apuntó el flashlight hacia las sombras, silentes garabatos que se estiraban y se contraían por los ladrillos de la pared. Entonces una de las formas, haciéndole no sabía qué, paralizó y dejó caer a la otra, de una sacudida pareció cobrar alas, y tomó vuelo.
El novato se acercó más y alumbró el desparramado desorden de carne y huesos, pero no lo comprendió.
Decidió regresar a la patrulla y llamar a la jefatura.
No llegó.
Del cielo le cayó un aparato al que no logró ver bien, otra sombra incomprensible, que le espetó unas garras por los hombros, el dolor tan intenso y la cosa tan confusa y salvaje que el grito no le salió, y él se vio los pies, que despegaban del suelo, y le ardió una perforación por la garganta, y vio su propia sangre desparramándose en un torrente, y aquel ser se lo llevó...

Tony Báez Milán (Puerto Rico)
Publicado en la revista Minatura 121

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