Juntando años en paciente espera
logró sumar, al fin, un siglo entero.
Tenía el cuerpo enorme de un gigante
y el aire paternal de un buen abuelo.
(No sé por qué creímos que esa espera
la prolongaba para que lo viéramos...).
Por un azar llegamos a su lado,
justo cuando lo estaban abatiendo.
-"¡Señor, Señor, clamamos angustiados:
detén el brazo que destruye un sueño,
que eso es un árbol,
un soñar permanente con el cielo,
y un árbol como éste es imposible
reemplazar de nuevo;
que no es obra de los hombres,
sino Tuya y del Tiempo...!".
Declinaba la tarde;
no fue escuchado el ruego.
Inexorable, el hacha mantenía
su latido funesto,
y el árbol se quejaba a cada golpe,
y la tarde gemía en cada eco,
y el sol en el ocaso
cerró de prisa su ojo por no verlo.
De pronto, oyóse un crujido agrio
como un desgarramineto,
y el árbol, ya vencido
cedió como atraído por un vértigo,
se volcó en un derrumbe estrepitoso,
y dentro de nosotros cayó muerto...
Juan Burghi -Uruguay
Publicado en la revista Mapuche 61
No hay comentarios:
Publicar un comentario