viernes, 21 de septiembre de 2012

LOS HIGOS DE LA REINA Y LA LECTURA


Tal y como están las cosas, no solo en España, sino en el mundo, aquí en mi especie de torre de Juan
Abad me refugio entre las galeradas que me van llegando ya con formato de libro, últimamente no son tantos los libros que me llegan, cosa que a Eladio, el cartero lector como gusta a él que le llame, le preocupa y dice <>. Sí es cierto, hasta para la literatura corren malos tiempos, pero debemos afrontarlos con más lecturas, si es posible.
La debacle está desatada, y creo que desde que el hombre es hombre y la historia así lo confirma, la
debacle lleva desatada desde que el homínido se irguiera sobre las patas traseras.
Aquí el calor del verano hace estragos, las chicharras no cesan y ponen en el aire esa banda sonora que
nos adormece. La higuera ya dio sus frutos y ahora pronto nos podremos comer los higos de la reina. SI yo fuera un irónico podría bromear con lo de comer el higo a la reina, pero como soy un hombre serio y además republicano, no me van las bromas ni las reinas, pero sí los higos, sobre todo los de la reina.
Los libros que han pasado por mis manos este último mes han sido, en relectura, Las uvas de la ira, de
Steinbeck; El evangelio según Jesucristo de Saramago, y Así que usted comprenderá de Claudio Magris.
Tres obras maestras de tres grandes maestros de la literatura universal. Uno se introduce en libros
como esos y, como decía mi profesor Richard McCaves, a uno se le abre la cabeza, y comienza a
entender el mundo. Y eso es tan cierto como que el fin es el mismo para todos que venimos de la nada,
hacia la nada nos encaminamos y en la nada pereceremos. Ya lo decía Machado, Nabokov, y otros
autores como la escapista Belén Gopegui, con su libro La escala de los mapas, donde el protagonista
busca el hueco por el que desaparecer, por el que escapar; escapistas como Vila‐Matas, Edgar Alan
Poe, Pereç, una buena hornada de escritores y escritoras que buscan su hueco, que hacen que sus
personajes sean esos escapistas kafkianos, pero no es de extrañar que así sea porque no veo otra
forma de escapar de la barbarie que la de ser un verdadero escapista de las formas, de las convenciones, de los avaros, de los opresores, de los belicistas, de los cuerdos, de los religiosos, de los
fanáticos al fin y al cabo, ser Dédalus y pasear con Pirrot, o con Sartre y sentir la náusea del mundo,
oler lo pútrido, y buscar el aire fresco bajo la higuera, esperando que caigan los higos de la reina.

MARCOS MORNEO
Publicado en la revista LetrasTRL 49

No hay comentarios:

Publicar un comentario