domingo, 2 de septiembre de 2012

EL ÚLTIMO ROSTRO DE LOS HOMBRES


A Di Giacomo , Geólogo y amante de   la tierra.

Uno nunca escoge la sonrisa muerta,
las manos blancas, el rostro traspasad
por los mares.
Uno teme, huye ante el pecho frío de los niños,
                                                           huye.

II

Capitán dormido.
Cuerpo de aves y maderas sobre la
arena, cuerpo de aguas y peces,
ojos que se entierran para descubrir
el olor de las flores, para amar, adherirse
  al sueño de los que no sueñan.
Uno nunca escoge un pedazo de luz,
un verso para morir, es tan segura
la tierra  sobre el rostro,
la tierra cansada de los hombres,
herida por sus mentes,
manando sangre negra en sus aguas,
la tierra con las manos tendidas,
con el rostro enmohecido
pidiendo amor en las calles.
La tierra que no quiere mas rostro
bajo ella, abierta,
        comida por los hombres.
convertida en miles de potros huyendo
de la civilización, en peces,
en aguas que saltan y desembocan
en las alas de las aves.

La tierra cubriendo el aliento de
los niños.

III

Alguien muere.
Alguien moja sus huesos,
descompone su rostro,
alguien en una parte de la
ciudad está muriendo y ha escogido
un pedazo de luz, un verso,
una mano amiga,
ha escogido abandonarse,
        naufragar.
Alguien se abre y se traspasa
con una soledad que ha ido
cayendo en sus manos.
Los hombres no aman sus pies,
sus suaves y moribundos pies que
caven en mi pecho,
los hombres no han visto que muere en
una esquina (pequeña y tenue) del mar.
Alguien que ha enterrado su nombre
en la arena.
Que se levanta como un mástil hundido
hiriendo las aguas.

IV

Capitán.
Bosque conciso y sepultado en tu cuerpo,
dolor de madera destrozada,
de aves convertidas en pedazos de cristales,
dolor de árboles que se encordan
para gritar a los hombres su agonía.
Estoy llorando el hambre de los hombres,
hambre de pan y luz,
        de tiendas y luz.

Hambre honda como los mares, aguda,
llena de niños que le naufragan en la boca.
Hambre para la tierra que encoge su cuerpo,
Para la lluvia que dobla los cauces,
para las ciudades que se suicidan
rompiendo los rascacielos de sus venas.
Hambre de tierra deshuesada y fósil,
hambre para mi pecho que muge
y retoza como el mar.
Capitán.

Cuerpo de aves y maderas sobre la arena,
cuerpo de aguas y peces.
Estoy en el fondo de las naves,
cayendo hacia tu frente,
guardando el último rostro de los hombres

Yanisa Henríquez Echevarría Habitante del mar, Italia, Cuba
Publicado en la revista Carta Lírica 17

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