Castigar a quien no quiero
o esconder cada verdad
apilando culpa y sal
en la sangre de mi pecho.
Condenar a quien no quiero
o comerme mis entrañas
y purgar cada mañana
con ceniza los recuerdos.
Perdonar a quien no debo
o saldar los sentimientos
gritando a cielo abierto
las miserias y mi aliento.
Liberar a quien no debo
del cadáver que paseo
o batir en yermo duelo
su ignorancia y mi pellejo.
Castigo y libertad,
¿dónde duerme la respuesta?
El silencio es la condena
que he aprendido a soportar,
el olvido es la manera
de aprender a perdonar.
Gustavo González
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