Él cree hallar a su padre muerto. El sillón aún se balancea. Le toma las manos.
“Cómo duele”, articula. Y presiente que dolerá más. El sillón hace que el cuerpo asienta.
Ése de quien nunca supo cómo le importaba. Ella entra e intenta abrazarlo a él desde la tristeza. Él inmoviliza el sillón. Se yergue inexpresivo, recto, duro: “Todos estaremos mejor. Hemos sido un accidente unos para otros.”
Del libro Bla, bla, bla, bla, bla sobre el amor de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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