jueves, 21 de febrero de 2019

CANTO XXVII


Yo no descubría el continente de los mirtos,
el país de las dalias, que exhalan
su perfume como un beso, de las
selvas susurrantes y de los vírgenes
manantiales, henchidos con acuática
linfa de plata, donde las abejas
labran su rubio esplendor
y los corderos descansan
del prolongado viaje que les lleva
hacia el Sur, hasta el momento
en que mi vista lo halló
a fuerza de buscarte a ti, Vida mía.
En él, las noches componen poemas
con tinta de luna y el horizonte
se pierde entre el púrpura del mar,
manteniendo el ensueño
de dulces pensamientos, que vuelan
más allá de sí mismos;
los buitres de los hombres
no encuentran ambición con que cebarse
y la lascivia de las tórtolas
ante los triunfos del coronado Amor
se repliega rencorosa;
allí la ubre de los sentimientos
mana con total libertad
y es hermoso incluso el dolor,
al gemir en el cielo más íntimo
como un gozne sombrío.
Ahora comprendo que solamente
cogido de tu mano era posible
penetrar en ese umbral supremo,
patria reservada por las Musas
para el afortunado que contemplara
tu verdadero rostro, y que nada
poseería mi corazón, salvo triste
desolación de llanuras de espino,
si no compartiera contigo,
a iguales partes y emocionadamente,
la radiante amplitud
que juntos contemplamos al querernos.

De Poetas Románticos Ingleses de RAFAEL SIMARRO SÁNCHEZ -Ciudad Real-

No hay comentarios:

Publicar un comentario