El maullido usurpó el lastimero silbido agónico exhalado por la garganta inflamada de bubones del
inquisidor; el estertor humano fue desgarrado por un ronroneo luctuoso, proferido en el mortal más allá que se estampó en la mirada fija de sus ojos.
«!Miauuuuuuuuu…!», el eco viajó a la velocidad de la Peste Negra que le acababa de arrebatar la vida.
—!Vade retro Satanás!… que la sangre del Cristo lave su alma de la mácula de tu peste —exclamó el
monje que de manera improvisada le practicaba los últimos sacramentos.
Su mano temblorosa sostenía un gastado crucifijo de madera al tiempo que sus ojos nerviosos recorrían el cuerpo estampado de machas negras del cadáver.
—Es una maldición —comentó otro monje santiguándose y rociándole agua bendita al cadáver—.
Todos los miembros de nuestra santa fe católica profieren ese satánico maullido al morir de la peste, como si el alma de un gato sustituyera las suyas… escuche sus ecos… !Es un pandemónium!
En ese momento, el monje recordó las hogueras de las Noches de San Juan en la que él, junto al inquisidor inerte a su lado, no sólo quemaron brujas sino también miles de gatos.
Ese recuerdo culpable también estaba fijo en la memoria de todos los fanáticos que huían aterrorizados por los maullidos que exhalaban las víctimas de la peste.
Una rata, espantada por el maullido, se enredó en sus pies. El monje la sacudió de su sotana y luego
la pateo. Presa de un macabro presentimiento, la siguió hasta el patio de la abadía donde los tétricos ecos de los maullidos agónicos eran dueños de la noche. Miles de ratas corrían aterrorizadas. Una revelación iluminó su mente.
El monje abrió sus ojos. Se dio cuenta que iba sobre un carretón. Le ardía el cuerpo y su garganta estaba hinchada… !La Peste Negra! Deliró: «Las ratas… son las ratas las verdaderas consortes del demonio, no lo gatos… ya paren de matarlos… son las ratas… la pest… !Miauuuuuuuuu…!
Odilius Vlak —seud.— (República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 154
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