Pensé que hondo caía hasta el mismísimo infierno
y al caer me recogía el alma que al yo nacer
me dieron por florecer en este mundo baldío.
Y al tomarme de la mano no la sentí como mía
que en sus adentros gemía al verme siempre caer.
Sin palabras y en suspiros que escapaban de su esencia
pude sentir su presencia, aunque no la vi brillar,
y al alzarme en ceremonia desde la arena candente
quedé de su faz pendiente al mirar su ser sin ser.
Gemela fuera de ayer, intemporal y cautiva
de mi nuevo amanecer.
Del libro En pos del aire de
Carmen Azparren Caballero
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