I
Cuando Jesús al huerto a orar llegó
se colocó delante del olivo,
fue un momento crucial y decisivo
mientras la vista al cielo la elevó.
El Padre, cuando oraba, aprovechó
su poder soberano y exclusivo,
para irle haciendo ver su cruz en vivo,
pues Él con lo que vio no se azoró.
Seguía con la vista levantada
y en aquel trance inmerso y caviloso
veía las imágenes pasar.
Iba tomando cuerpo la velada,
el viento se mostraba silencioso,
y Jesús no paraba de rezar.
EL CÁLIZ ERA REFERENCIA VIVA
Y ESTABA PRESIDIENDO DESDE ARRIBA.
II
La angustia y el dolor insoportables
lo llevan a una merma de visión,
pero su alma y su propio corazón
ahí permanecen firmes e impecables.
Momentos tuvo un tanto incontrolables;
y le hizo sudar sangre la presión,
pero logra su viva comprensión
embarcarle en ideas retractables.
Llegando a decir ¡”Padre, si es posible,
pase de mí este cáliz” por ahora!,
reaccionó al instante y sin demora.
Volvió a repetir, ¡Padre, rectifico,
sea tu voluntad, te lo suplico;
no la mía, la tuya irrebatible!
ESFUMINADO EL CÁLIZ LO APRECIABA;
Y UN TANTO ACOBARDADO SE ENCONTRABA.
III
Jesús vuelve a su ser ya bien consciente
y el ambiente purpúreo lo anima,
su estado general vuelve a la cima
y se centra en el fondo del presente.
Ya se ve preparado abiertamente
para afrontar lo que se le aproxima,
esa pasión y muerte, que sin grima,
dispuesto está a aceptar serenamente.
La vista eleva al cielo; y con las manos
muestra gestos de amor a los humanos,
aunque estos le preparan el suplicio.
No le teme a este trance porque Él sabe
que su muerte será la eterna clave
y la pena valdrá su sacrificio.
AL CÁLIZ NUEVAMENTE OTRA VEZ MIRA,
CON LA FE PUESTA EN DIOS MIENTRAS SUSPIRA…
Manuel Mejía Sánchez -Ciudad Real-
Publicado en la revista Arena y cal 181
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