Dejas tu voluntad perdida cuando el verso ansía sonido; vas sola como la pena sin más testigo que el viento que hunde sus bucles de brisa entre acerbos cementerios; te enamoras de la luna que abraza el canto del cielo; persiguiendo el perdón, buscas la bondad del lecho. Y la sombra que se esconde, cual fantasma encarcelado, una liana está trazando para sembrar oquedades. Buscas palabras fallidas, armamento de guerra, materia inerte, una masa helada, corrupción… Mas de pronto abre sus ojos la aurora de un campanario y la estación invernal recoge cuerdas de llanto.
Juega la rana en el agua y en la tierra se suceden las bondades del apero. Indecisa y cabizbaja, tu reflejo se estremece en la pantalla del móvil.
Una voz te llega como trino de jilguero; los montes encandilados gravitan su luz de bronce, de rasos y terciopelos. La libertad se te ensancha, se te anuda en la cintura y como un cristal de estrás alcanza todo tu cuerpo. Me enhebro al verbo que escucho a través del interfono, y en la melodía abyecta a mi oído jubilado, un revuelo de palomas se va trocando en deseo. Le doy refugio a tu nombre –paloma de riberas, sonata de los años atesorando vuelos-. Caminas en silencio como casi siempre suelen hacer los pasos que pisan leves, que pasan desapercibidos.
¿Violencia de género?; palabras delincuentes que delinquen en un mismo abecedario. Eres una odisea con alas crecientes que toma todas las lágrimas y hace vestidos de lluvia para lavar la desnudez presente ¡Cómo quisiera hoy el mar alargar su báculo ! La ilusión bajo tu mando, redacta cartas… –Acuéstame despacio, madre, que tengo el dolor esparcido y la maldad anda suelta cual exequias que rugen, aborrecen, desordenan, calumnian… Arrecia el aire entre palmeras, entre brazos mercaderes, albergues de alabastro; la música se place en retomar a la espadaña y convertirla en trigo verde. La humildad del corazón la pongo a tu servicio para mitigar el hedor que confieres a los siglos, mujer
que nada tiene y lo tiene todo. La muerte es un falo deshilachado, en su vida de delirio; en la negrura de su blanco almidón duerme el desamor del mundo. Yo la concibo como el miedo que se esconde tras la luz del espejo. Y la insto a un suicidio fallido.
Unas manos expertas entretejen tules de boda, mientras un sol de madrugada está esperando a la “novia del mar”.
(La palabra une pensamientos que se deslizan entre las rosas de la amistad y embriagan con su aroma las estancias compartidas. Cada día que renace en nosotros el poder creativo, el mar puede esperar).
Laura Olalla -España-
Publicado en la revista Oriflama 26
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