Muy quedo al oído te dije ¡Te quiero!
tus labios se abrieron para darme un beso,
mientras que mi boca pegada a tu cuello
bebía la fragancia de tu fresca piel.
¡Qué suaves olores tu cuerpo emanaba!
que me despertaba todito mi ser,
tocaste mi hombría que ya palpitante
buscaba con ansias perturbar tu carne.
Caímos los dos en gran desespero,
tu cuerpo pegado a mi cuerpo temblaba,
no hablabas palabras; pero tu mirada lo decía todo,
ya nuestros sentidos solo eran deseos
tu boca entreabierta pedía más besos
y a cada mordisco a tus suaves labios
gemías y dabas gritos de placer.
Tus senos temblaban ante mis caricias
para despertar tus rosas durmientes
¡Qué visión más grata tu cuerpo me daba!
El verte desnuda me llevó a tu vientre,
y sin titubear, mis manos traviesas
buscaron ansiosas tu flor de la vida
para acariciar sus pétalos suaves,
y hallando la flor abrí sus encantos
y yo, jardinero, sembré mi rosal
en aquel jardín que luego regué.
Ysidro Parra -Venezuela-
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