De las casas que habité
sólo tengo fragmentos de recuerdos.
¡Fueron muchas!
Así mi infancia fue fraccionada por las tantas mudanzas.
Pero hay una casa
que se repite en los sueños
quizá porque en ella viví por siete años
y en las noches viene a visitarme poblada de fantasmas.
Yo la voy reconstruyendo habitación por habitación
sin omitir ni una puerta o ventana (siquiera).
Pero de todas esas casas
la verdadera es ésta donde habito, leo y pienso
y donde los hijos y la infancia dejó huellas profundas
con árboles y flores y el verde y los pájaros y la risa y el
llanto se sientan a la mesa como quien va a misa cotidianamente.
Esta casa y las demás casas fragmentadas
son pedazos de vida dejados por ahí
a la par de los días.
Y en muchas noches cuando duermo
vuelvo con la llave
a la cerradura que abro con suma facilidad
para habitar en silencio esa casa que se repite
y se niega a ser olvidada.
Y la encuentro ocupada
con los mismos muebles que una vez existieron
sólo que voces misteriosas me asustan
quizás son las nuestras
que se quedaron grabadas
en el interior de sus muros
y que la ausencia vuelve entrañas.
Por eso mi penúltima casa
la cuido y acaricio porque es la morada de este cuerpo
que un día dejará de ser.
Yo la miro largamente para darle vida
y que palpite como una lámpara encendida a media noche
una casa donde el sol se las ingenia para entrar
y acurrucarse en silencio en todos sus rincones
y llenarla de luz como un cáliz venido desde lejos.
Teresa Coraspe -Venezuela-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 52
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