domingo, 11 de noviembre de 2012

LOS ZAPATOS


–¡Ven acá, Miguel!
¿No sabes que leo
con sólo mirarte
tus preocupaciones?
No bajes los ojos.
ni sientas reparo
porque soy tu madre
y todo lo tuyo
es también mi parte.
El llanto del niño
comenzó al instante.
–Se ríen, se burlan
y hasta hacen  muecas
cuando entro en clase.
–¿Qué dices?
–¿Y no hay allí nadie
que pueda ayudarte?
–¿No está tu maestro
para poner orden
e imponer respeto?
–No vale lo que él haga,
esperan el momento
y cuando estoy solo
vuelven a mofarse.
–Dime ya el motivo
que causa tanta gracia.
El niño se seca
un poco la cara
y con voz muy baja,
casi con vergüenza
contesta muy serio.
–Mis zapatos, madre...
Se burlan de ellos porque
de gastados se me ven los dedos.
Un golpe en el pecho
de esa mujer pobre que lucha,
trabaja, y que nunca alcanza.
–Pero...
–¿No eres tú el que ha llevado,
como abanderado,
en todos los actos
a nuestra bandera,
por ser lo que eres,
el mejor del grado?
–¿ No fuiste elegido
mejor compañero
el año pasado?
–Nada de eso importa.
Ellos lo olvidaron,
pero cada día
cuando estoy llegando
me miran los pies
y ven mis zapatos.
–Está bien, Miguel,
vete a hacer lo tuyo,
esto no es problema,
verás que se arregla
muy pronto este asunto.
El niño sonreía.
–¿Podrás tú hacerlo?
–Vete ya, mi cielo,
que acá está tu madre
para que no vuelvas
a pasar vergüenza
mostrando tus dedos.
Ambos se rieron...
Por la tardecita
volvió ella del pueblo
con un gran paquete
y llamó a su hijo.
–¡Miguel, Miguelito!!
–Ven acá, ángel mío.
–Mira lo que traje
para que esos guasos
no puedan reírse
ya de tus zapatos.
Los ojos del hijo
veían asombrados
lo que había comprado
esa pobre madre.
Y fue para ella
la gran alegría
que tuvo ese día.
Eran los más caros,
los que ninguno
de aquellos gandules
podría haber comprado.
No había sido fácil
el poder pagarlos,
pero en la mañana,
entrando en la escuela,
nadie se reiría.
Miguel llevaría
sus nuevos zapatos.

María Enriqueta Roland -Argentina-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 54

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