donde sobreviven los años treinta,
viví una noche de dulce vida,
viendo los cuadros de Dieto,
llenos de magia y color,
cenando en compañía de buenos amigos
y gozando de un espectáculo
del viejo cabaret europeo
que me alegró el pensamiento.
Sonó la música y los cuadros
bailaron la danza del vientre
o siguieron atentamente
las lánguidas baladas de Edith Piaf.
Por unas horas degusté el dulce
néctar de la música del cabaret
y dejé que el color y la música
me atrapase en un sueño bohemio.
JOSÉ LUIS RUBIO
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