El mundo de los sueños es algo onírico y sensorial, porque cuando uno sueña despierto, todos nuestros sentidos corporales y mentales se ponen en marcha e interactúan unos con otros, fusionados en un conjunto complementario. A todos nos gusta que alguna vez en la vida se nos cumpla algún sueño, quizás añorado en la niñez o en la adolescencia y que se hace realidad en la edad adulta y que se convierta encima en nuestra profesión laboral, entonces eso es maravilloso.
En los sueños utópicos como todo en la vida, si se pone interés y tesón y fuerza de voluntad hay más posibilidades como es lógico, de que se haga realidad, pero si al final no se cumple, tampoco es plan de desmotivarnos y caer en la desazón, porque es conveniente resurgir de la Nada, como el Ave Fénix y seguir luchando denodadamente por alcanzar ese sueño utópico, que ya nos ha creado una frustración vital, pero después de un fracaso puede llegar de inmediato el éxito, el éxtasis, la felicidad, la alegría, el triunfo y una satisfacción íntima y personal por haber conseguido el objetivo que nos hemos propuesto y unas mariposas en el estómago nos hacen vibrar y sentir ese triunfo solitario y enriquecedor..
Sería maravilloso vivir siempre en ese mundo idealizado, pero en la vida antes o después la realidad se impone crudamente, perdemos la inocencia, nos hacemos más pragmáticos, más cautelosos con todo y pensamos las cosas dos veces antes de tomar una decisión, dejamos de ser impulsivos y perdemos esa frescura de la niñez y quizás de la adolescencia y al madurar evaporamos los sueños pendientes al meternos en la jungla humana, llegan los problemas cotidianos, las frustraciones, las decepciones, las soledades, los silencios, los desamores, las separaciones, los divorcios y todo ese conglomerado cae a nuestros pies y mutamos nuestra forma de ser y estar en la sociedad y los sueños vaporosos huyen de nuestra mente y cerebro sin remedio…
Juan Montero Lobo “Visnú” -Segovia-
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