viernes, 7 de septiembre de 2012

TÓRTOLA, CÁLLATE...



Tórtola, cállate, deja de arrullar,
en estos parajes a nada procurarás dulzura
y golpea la piedra con el ala indefensa
para que se levante el rabino,
lleva ya mucho rato durmiendo.

Con ondulación de tumba, que vaya a la sinagoga,
pues aquellos que marcharon hace tiempo
algunas veces regresan,
que los vivos se van siempre
y el mundo se quedaría vacío.

Que entre en el umbral y peine el crepúsculo
de barba gris.
Aquí está la primavera, el tiempo de Pascua empieza
y ha llegado ya el momento
de cantar el Cantar de los cantares
delante del cortinaje de la tora.
Que empiece el cantar,
escucharemos aquel grandioso cántico de muerte,
el cantar más triste de todos los cantares
escritos no hace mucho sobre la pared húmeda.

Que los nombres de los asesinados
pegados con sangre
caigan en la cúpula del cementerio y que le entierren.
Ya es bastante viejo.
Las piedras que en pie seguían
se inclinan e inclinadas caen al suelo.
¡Qué se oiga su voz
en el valle del silencio
y esparza ya aquellas manchas
que bailan entre las tumbas!
Su capa
está tejida de hedor de putrefacción
y los huecos de sus ojos con escamas de peces
están pegados.

Cuando ya incluso la mezuza tan sagrada
ha perdido su poder,
cuando ya ni siquiera las oraciones llegan
y caen atrás como flechas a mitad del camino,
quizá se abra paso su cantar
hacia el cielo cerrado.

Un arco iris de siete
tiende en el paisaje de primavera.
¿Qué es lo que huele?, huele el aire
y algo más huele en mayo:

la rosa silvestre.

Esas hojas suyas inocentes
son el saludo de antaño para mí tan querido.
No, no te cambiaría por otras,
ya fueran las más bellas rosas,

rosa silvestre.

Veo a mi madre cuando era joven.
a por la hierba y lleva una rosa.
Mas cuando cae la flor del arbusto
la imagen de nuevo se desvanece,

rosa silvestre.

JAROSLAV SEIFERT (1901 - 1986) República Checa
Publicado en la revista La Urraka 30

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