EN LA EXPOSICIÓN
Por el pasillo, de mármol blanco,
cimbreando su cintura, avanzaba
lentamente, muy lentamente,
mientras sus ojos verdes, azules,
negros, marrones, fijaba atentamente
en los espectaculares cuadros
que colgaban de las blancas paredes.
No era una, ni dos, ni tres,
ni diez, ni cincuenta, eran cientos.
Nunca iguales, siempre distintas.
Rubias, morenas, castañas;
altas, bajas, gordas, delgadas;
bellas, feas, elegantes, desaliñadas;
con tacones que realzaba su figura,
en zapatillas para deslizarse silenciosamente;
curiosas, indiferentes, silenciosas, habladoras;
serias, sonrientes, arrebatadoras, corrientes.
No era una, ni dos, ni tres,
ni cientos, eran miles,
que hacían vibrar mis ojos
e inspiraban borbotones de poemas.
JOSÉ LUIS RUBIO
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