Me incita la razón al abandono
en esta empresa del amor frustrado;
mas el duende del alma, enamorado,
no escucha, y yo ni acepto ni razono.
En mi desolación, me desmorono
sobre mi propia ruina, desangrado;
y sin embargo nunca he renegado
de mi entrega de ayer, ni la traiciono.
No evalúo el amor por sus victorias,
efímeras ganancias, o ilusorias,
cuando no mascaradas, o intereses,
sino más bien por su blasón sangrante;
porque exhibe su lado más vibrante
en la severidad de los reveses.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario