sábado, 22 de septiembre de 2012

LA LEY DE LA GRAVEDAD


Hay días en los que la ley de la gravedad se demuestra en cada movimiento o gesto de los brazos, los codos, las manos. Y los lunes más. Si abro un cajón a mi izquierda, por la inercia de la energía desprendida y la virulencia de la urgencia, por la inercia sobrante, el teléfono de baquelita se descuelga solo y luego se desmorona hasta el suelo con sonido de tapón de botella de champán aguado y antes de caer por su propio peso queda enganchado, dicho teléfono Domo, entre cables enmarañados en el aire unos segundos antes de que llegue el estrépito que acompaña a unos ojos semicerrados. Y si me muevo intentando acomodarme en la silla de oficina, de pronto veo volar el vaso de plástico que por casualidad en ese momento no tiene agua, vaso que cae limpiamente en la papelera que parece colocada allí ex profeso. Y si me levanto porque me toca salir a desayunar, el envase de cartón de reciclar papel “Solo papel Fu-Manchu, S.L.” que se encuentra a mi derecha, casi cae desequilibrado. Ya solo falta que alguien haga amagos de caerse para que el lunes se desplome por su propio peso.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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