domingo, 23 de septiembre de 2012

EL PRÍNCIPE Y SU SUEÑO


Érase una vez un príncipe de un reino tan humilde que hasta podría considerarse pobre. De hecho, ni
tan sólo este soberano vivía en un palacio sino que su hogar residía en una casita en un claro en el
bosque que hacía las funciones de corte real.
A pesar de que su reino no era próspero, el príncipe se sentía bendecido sobre todo por las noches
cuando desde su alcoba podía divisar la inmensidad del cielo estrellado desde una ventana en el techo.
Él la llamaba su ventana abierta al Universo:
‐Sé que estas estrellas brillan para mi reino y para mis súbditos y que algún día ellos mostrarán su luz al
mundo con tanta fuerza que nadie dudará de que han alcanzado sus sueños.
Aunque desde pequeño él fue aleccionado sobre el poder de las creencias y a pesar de que el príncipe
se escapaba cada día a lo alto de la colina para imaginar durante horas a su reino como un lugar de
cuento de hadas, él no conseguía ningún resultado para su entorno.
Cada día el príncipe observaba a las familias campesinos trabajar duro y se alegraba de corazón al ver
sonreír a las familias, cuando se reunían para cenar entorno a la mesa tras una dura jornada en el
campo. El calor familiar creaba vínculos tan poderosos que era capaz de hacer sonreír a todos corazones por difíciles que fueran las circunstancias. Eran unas sonrisas tan bellas que parecían sonrisas mágicas.
Noche tras noche el príncipe le pedía a su par􀆟cular ventana al firmamento que sus súbditos dispusieran de más tiempo para sonreír.
Una noche soñó con un hada que le susurró que si él trabajaba con los campesinos, hallaría las
respuestas. Y así lo hizo.
Al alba el príncipe marchó al campo para ayudar a los campesinos. Eso les agradó muchísimo. El príncipe pudo comprobar que los campesinos no se quejaban de su trabajo sino que más bien agradecían todo lo bueno que les rodeaba desde la brisa matutina hasta la frescura del rocío al amanecer. Fue entonces cuando el príncipe se dejó seducir por cada bendición que tocaba sus jornadas en el campo hasta que un día su hada madrina se apareció ante él y le dijo:
‐Desde ahora transformo tu reino en un lugar de prosperidad pues lo más importante: tu riqueza
interior ha empapado tus pensamientos con intenciones tan nobles, fuertes y honestas que pueden
contagiar todo cuanto tocas y si ese es tu deseo toca tu reino con tu cetro real y se convertirá en ese
lugar que tanto sueñas.
Y el príncipe levantó su cetro y con una gran sonrisa proyectó una lluvia de buenos sen􀆟mientos hacia
esas familias campesinas que cul􀆟vaban la 􀆟erra con su esfuerzo y sacrificio, también salió de su cetro
un enorme agradecimiento para esas plantas y hortalizas que alimentaban a esas familias y bendijo a
los niños con rayos que emanaban de los diamantes de su cetro real repletos de alegría y de entusiasmo
para sus nuevas vidas colmadas desde entonces de felicidad, de confianza y de tranquilidad.

María Jesús Verdú Sacases Cuento publicado en mi libro Cuentos de Hadas para niños y adultos editado por Bubok Publishing, S.L.en 2011
Publicado en  la revista LetrasTRL 49

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