domingo, 23 de septiembre de 2012

EL ENCENDEDOR DE BOLSILLO


La cálida brisa soplaba sobre la carretera, no lejos de la playa. La mujer que conducía el automóvil era joven todavía. Su hermoso cabello, flotando hacia atrás, según el vehículo tomaba velocidad cortando el aire, daba la sensación de un juego descuidado. La niña sentada a su derecha, cantaba una canción popular que ambas estaban escuchando por la radio. Tenía aproximadamente diez años y su cara era la misma imagen de la mujer al volante. No había dudas, eran madre e hija.
Una leve sonrisa apareció en el rostro de la joven. Era obvio que se estaba sintiendo feliz. Su mano se deslizó dentro del bolso medio abierto colocado sobre el asiento, oprimiendo el pequeño encendedor dorado en su interior. Eduardo se lo había regalado el día anterior. Llevaban doce años de casados y nunca había olvidado su aniversario de bodas. Este año él había estado ausente debido a negocios, pero a pesar de ello, la había llamado por teléfono y también había recibido las rosas rojas, que él había ordenado antes de partir.
Eduardo había regresado el día anterior y le había traído el pequeño encendedor dorado. No tuvo tiempo de mandar a grabar en él la fecha, así que ella iría ahora a la joyería, donde anteriormente había llevado otros objetos a tal fin.
Estaba absorta en sus pensamientos cuando la niña dejó de cantar diciendo:
- "¿Mamá, por qué no recogemos al hombre que está en el camino?
- "No Giny, no podemos. Tu padre me ha dicho que es peligroso recoger personas que no conoces" - contestó la mujer.
- "Pero mamá este hombre es viejo. ¿No sientes lástima?
La mujer estaba a punto de decir algo, cuando el ruido del aire que se le escapaba de un neumático la hizo frenar con brusquedad. La niña fue lanzada hacia adelante, pero no sufrió daño. Las dos salieron del vehículo. La mujer estaba vestida con pantalones azules y una camiseta blanca. La niña estaba
ataviada en verde.
- "Oh Dios, tenía que sucederme justo ahora, con el poco tiempo que tenemos para todas las compras que hay que hacer " - dijo la madre.
- "Mira mamá, el hombre viene hacia acá. Quizás él pueda ayudarnos." –
El hombre mayor se acercó a ellas ofreciéndoles su ayuda para cambiar el neumático. No se pudo negar, y poco después eran tres dirigiéndose hacia la ciudad. El hombre se sentó al lado de la mujer. La niña pasó al asiento trasero del vehículo. Hablaba sin cesar haciendo preguntas.
- "¿De dónde es Ud.? Parece cansado" – dijo la niña.
- "Oh mi pequeña dama, he estado en tantos lugares que ya se me hace difícil decir de dónde vengo." - contestó el hombre mayor.
- "Pero, ahora mismo. ¿No puede decírmelo? - insistió la niña.
- "Bueno, déjeme ver si puedo recordar el último lugar que visité. Oh claro, ahora lo recuerdo. Acabo de regresar de Italia. ¡Qué maravilloso país!
Italia es realmente fantástica. Venecia, tan romántica con sus góndolas. La Plaza San Marcos. ¡Oh Venecia yo te adoro!” - agregó él.
- “Que coincidencia. Mi padre acaba de regresar de Italia" - dijo la niña.
- “Bueno, tiene que haberte contado muchas cosas de allí.” - respondió el hombre a la vez que sacaba de su bolsillo un encendedor dorado para darle fuego al cigarrillo que se había puesto en la boca.
El corazón de la mujer dio un saltó. Sus ojos se abrieron fijándose en las manos del hombre. ¡Qué audacia! - ¡Encender el cigarrillo con su encendedor! ¡Dios mío!
- ¿Qué puedo hacer con un hombre tan peligroso?" - Tenía que hacer algo. La única cosa que tenía en mente era conseguir auxilio del exterior, así que decidió aumentar la velocidad con la esperanza de llamar la atención de algún policía.
Al poco rato, pudo ver por el espejo retrovisor un motorista acercándose a toda velocidad. Lo había logrado. Era un policía. Cuando hubo frenado a un lado de la carretera, apareció un camión que iba en su misma dirección, por lo que éste tuvo que reducir la velocidad, momento que aprovechó el hombre mayor para saltar al camión al tiempo que decía:
- "Buena suerte señora. Lo siento, pero no puedo esperar." –
Fue inútil explicarle al policía lo que había sucedido. Tuvo que aceptar la multa y continuar su camino hacia la ciudad.
- "Mamá, no debes preocuparte por el encendedor. Lo tengo. Papá tiene razón, no debemos recoger a nadie en la carretera" - dijo la pequeña mostrándoselo con alegría.
- "No querida. No te voy a regañar esta vez." - le dijo la madre poniendo el pequeño encendedor dorado dentro de su bolso.
Los joyeros estaban en la calle principal. Había tenido suerte de encontrar un lugar donde aparcar el vehículo. Entraron a la joyería, y la mujer le explicó al hombre del otro lado del mostrador lo que quería, a la vez que buscaba el encendedor en el interior del bolso. De repente, sus ojos se abrieron con un gesto de sorpresa. Puso la mano cerrada sobre el mostrador abriéndola lentamente, apareciendo ante su atónita mirada, dos idénticos encendedores dorados de bolsillo.


Mª Manuela Septién Alfonso. España-Cuba
Publicado en la revista Oriflama 20


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