Borracho estoy de sol y espuma fresca
en esta soledad en la que espero,
seguro de que hoy
regresarás de siglos.
La playa es un desierto anaranjado.
Te veo en la distancia,
girando un quitasol insinuante,
y tengo la certeza de que eres
el Ser a quien añoro.
Reconozco tu voz, la de otro tiempo,
tan varonil
como la mía lo es ahora.
Frente a mi desnudez tengo la tuya
y esos granos de uvas que me ofreces.
A nuestro alrededor nada respira,
sólo tú, yo, y el semen intranquilo.
Somos dos bocas imantadas,
corazones buscantes desde siempre,
dos hombres enlazados
sin que el rayo nos pueda ya importar.
Del libro El destino nos ata y nos desata de
Juan Calderón Matador
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