lunes, 3 de septiembre de 2012

ATRAPADO EN EL TIEMPO


¿No has tenido nunca la sensación de que todos los días son iguales? La rutina nos subyuga hasta tal punto que uno ya no sabe en qué día de la semana se encuentra o cuál es el objetivo vital de su devenir diario. Y ¿qué sucedería si, efectivamente, todos los días fueran iguales, si tuviéramos que vivir una y otra vez el mismo día?
Pues ese es, precisamente, el argumento de esta “Atrapado en el tiempo” (libre traducción de “Groundhog day”). Bill Murray, un presentador del tiempo asqueado de la vida en general es enviado a cubrir el día de la Marmota en un pueblo de la América profunda. En este día una Marmota sale de su madriguera y predice el tiempo que hará en los meses siguientes, una superstición chabacana que incide en el cinismo vital del propio personaje de Bill Murray.
Pero todo tiene un lado positivo, y ese día llegará a su fin con el despertar al día siguiente, ¿o no? Volvemos a escuchar “I got you babe”, de Sonny y Cher, en la radio que sirve de despertador, algo habitual en las radiofórmulas comerciales, nada fuera de lo normal, pero poco a poco vamos viviendo las mismas escenas, los mismos encuentros, las mismas conversaciones, porque sí, sí, amigo, sí, estamos viviendo el mismo día.
Y así una y otra vez, en un bucle infinito que no parece tener fin y que se ha convertido en una auténtica
condena de la que no parece haber ninguna salida plausible. Mismo día, misma canción, mismo acto reflejo, en una rutina imposible.
Una escena realmente fantástica que escenifica con todo detalle la sensación odiosamente repetitiva de nuestro discurrir diario, de la sociedad del siglo XXI, en el que se ha perdido gran parte de la dignidad humana en favor de una economicidad mal entendida que no nos lleva más que a la alienación de nuestro ser.
“I got you babe”, Bill Murray apagando el despertador, y el convencimiento de que hagamos lo que hagamos el día de hoy será exactamente igual que el día de mañana y de lo que fue el día de ayer.
Metáfora maquiavélica de nuestra propia vida, encarnada a las mil maravillas por un actor mediocre que ha sabido dar dos personajes míticos al cine, éste de “Atrapado en el tiempo” y el inolvidable de “Lost in translation”, dos personajes que han sabido y podido contener el histrionismo congénito de Murray en favor de la trama que protagonizaba.
El drama de nuestra era no es que no haya mañana, que sí lo hay, sino que el mañana corre el peligro de convertirse en algo demasiado parecido al hoy, y al ayer.

Rubén Sancho
Publicado en la revista LetrasTRL 49

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