domingo, 26 de agosto de 2012

SOLUCIÓN DEFINITIVA

Los centinelas otean el mar que golpea incansable la orilla rocosa, cerca de la que unos treinta delfines se contorsionan, tratando de librarse de la red que los aprisiona. — Echen a andar ese dichoso aparato. Solo faltan siete minutos para el cambio de marea —dice el general que dirige la operación—. ¿Qué demonios los demora? — Todo listo, señor —riposta el operador en jefe, e introduce en la biocomputadora el código de inicio. En segundos, cientos de fosforescencias azules y rojas cubren la superficie del mar y su luminosidad va en aumento hasta que la piel de cada uno de los delfines comienza a resplandecer, como si se estuviesen convirtiendo en cristal. De pronto, las fosforescencias desaparecen, y la piel de los animales vuelve a la normalidad. — Proceso concluido, señor. — ¿Seguro? — Si, señor. A partir de ahora, cualquier mujer en edad fértil, con un octavo o más de ascendencia asiática, que se acerque a estos animales, quedará infectada con la forma latente del Okran Ceda. — ¿Y? El operador sonríe. — Lo demás depende de su gente, señor. Una vez que las repatríen, activaremos el virus, y toda mujer con esas mismas características, que se encuentre en un rango de veinte kilómetros, se contagiará. El general asiente satisfecho, y se vira hacia los demás miembros del equipo. — Al fin nuestros problemas con esos chinos quedarán resueltos —dice, y señala hacia las redes—, suelten rápido a esos bichos y larguémonos de aquí.

Yunieski Betancourt Dipotet ( Cuba )
Publicado en la revista digital Minatura 120

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