lunes, 27 de agosto de 2012

TELE COMANDO


La sociedad telecéntrica se empalaga con la sangre en la pantalla: el cuerpo de una niña languidece, consola en mano. La audiencia mira atónica, deja de masticar por dos segundos. En casa de Severo (típica casa de clase tele media, o sea, con un televisor por dormitorio) la hija nominada ha cerrado los ojos, para siempre. Mafalda, la esposa de Severo, está nerviosa, la pantalla, de golpe, está atravesada por rayas. Mientras apura el resto de la merienda, consulta por el mando, a su esposo, qué tal va la tele de él. “Rayada”, le responde por texto. Mafalda se rasca la cabeza, sabe que le toca a ella, pero se hace la distraída, le escribe a Severo si él notificará lo sucedido con la hija nominada. Severo responde (con una velocidad que hace sospechar a la esposa si el texto ya lo tenía escrito) y le recuerda que cuando fue lo del hijo nominado, él hizo la notificación, que ahora le toca a ella. Mafalda redacta la nota de Baja al Tele comando y en cuestión de segundos llega la respuesta con los agradecimientos del caso y la promesa de entregar un nuevo hijo nominado en Primavera.
Severo también está copiado en la respuesta, su cara pinta una sonrisa: volvió la imagen de la guerra a la pantalla de su dormitorio. Mafalda aprovecha el regreso de señal a su tele, para ordenar pollo al champignon de cena. Severo, desde el mediodía, tenía escrito (y listo para enviar ni bien terminara la merienda) el pedido de pastel de carne, también hace su orden. La cena está servida en sus fuentes y cada uno está en su cuarto, de frente a las pantallas, como lo hace cualquier mortal de la clase tele media. En el dormitorio destinado al hijo por casa, acaban de entrar los del Tele Comando para recoger a la niña muerta. La meten adentro de un cofre junto a la consola. Tapan la caja de metal y se activa una potente combustión que los hará polvillo. Mientras el hornillo trabaja, tienen cinco minutos: acondicionan el cuarto e instalan una nueva consola para que, en Primavera, el nuevo hijo nominado tenga todo dispuesto para sus juegos de guerra.

Juan Guinot (Argentina)
Publicado en la revista digital Minatura 120

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