La infancia,
tan dulce,
salta a los ojos
desde los escalones
de la sonrisa mas linda del mundo.
Esa sonrisa,
como pestañas de oro,
enmarca el fin de la cordura
y regresa a los ojos puñales
como un boomerang de nostalgia.
Y en la inercia pregunta,
clavando el color de las crines de sus pupilas,
en el recreo si es ese llanto de sonrisas
la llama de la rendición.
La mirada piélago de Lolita de algodón
se sumerge como perlas
en un estanque
y se agolpa
y no acepta el orden
ni el desespero del conocimiento
de la infancia en la que me sumerjo
al contemplarte.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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