Somos príncipes y esclavos,
somos rostros perfilados
en monedas de ocre acero.
La cara es todo aquello
a lo que ya fuimos llamados:
el amor, el son, el llanto
y la ternura del silencio.
Nuestra cruz es el convenio
de creer en los milagros
sin haberlos contemplado,
de adorar lo venidero
por creerlo más certero.
Somos príncipes y esclavos
sin futuro ni pasado,
esperando que este viento
gire tanto el ocre acero
que aterrice de ese lado
que nos hace más humanos,
o que gire el ocre acero
hasta el fin de nuestro tiempo
sobre el canto de mis sueños.
GUSTAVO GONZÁLEZ
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