Emprendí el camino al anochecer.
El que busca
suele ser esperado.
Al que espera, le encuentran.
Fui dejando detrás pequeñas ciudades dormidas,
rincones tejidos de hiedra,
donde quedaba aún algo de la música
de primavera,
hasta que me atrapó la noche.
En su oscuridad estalló una llama.
Alguien gritó:
¡Arde el barco!
La lengua apasionada de la llama
rozaba la desnudez del agua
y los hombros de la joven
temblaban de placer.
Bajo las nerviosas ramas del sauce
que daba sombra a la fuente,
en cuyo fondo se oculta la tiniebla
cuando hay luz,
a una joven.
Empezaba a amanecer.
Ella intentaba bajar del brocal
un cubo mojado.
Tímidamente le pregunté
si había visto la llama.
Me miró con sorpresa,
volvió hacia atrás la cabeza
y un momento después, dudando, asintió.
JAROSLAV SEIFERT (1901 - 1986) República Checa
Publicado en la revista La Urraka 30
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