sábado, 2 de julio de 2011

TEXTO

MARGARITA MICHELENA
LA MUERTE EN SU POESIA


Por Juan Cervera Sanchís

Nacida el 21 de julio de 1917 en Pachuca. Muerta el 27 de
marzo de 1998 en la ciudad de México. Margarita Michelena.
Poeta y periodista. Su legado, empero, fue la poesía. Nada
mejor hizo en su paso por este mundo. Dentro de su poesía,
la presencia de la muerte fue una constante anticipada.
En “La casa sin sueño”, de su libro “La tristeza terrestre”,
1954, dejó dicho: “Miro pasar la sombra. Ya estoy muerta./
He muerto viva. Mi cadáver yace/ entre espejos de llanto y
de ceniza.” Sus cenizas dispersas ya en el mar son parte del
ustorio cósmico.
Margarita Michelena vivió esperando su muerte. ¿No es
esto, queramos o no, lo que todos estamos esperando inevitablemente?
En los poemas de “Paraíso y nostalgia”, que datan de 1945,
ya escribía: “Yo vivo en este día que no cierra los ojos,/
esperando la muerte de esta amarga dulzura,/ la caída de
mi alegría bárbara.”
Vivió, dicho con sus propias palabras, Margarita Michelena,
así: “Yo, extranjera en mi carne/ y en mis propios sentidos,/
la visible y ausencia.”
Mujer de extraordinaria inteligencia, poeta de lúcidas visiones
y guerra interna con su propia vida, que siempre fue más de
una vida. Escuchemos su canto: “Yo puedo ser dos vidas./
A las dos puedo amarlas./ A veces las sorprendo, con su canción,/
A una, jugando con mis cabellos./ Y a la otra matándome/ con
Su fuego de estrella/ elegida para morir ardiendo.”
Mujer de fuegos subterráneos y, como dijera José Gorostiza
-“oh, inteligencia, soledad en llamas!”- en combate perpetuo
y sin tregua con la inevitable soledad humana, por más que
nos vistamos de toda clase de compañías.
Margarita Michelena murió, como todos, mucho antes de
morir propiamente.
Continuemos prestando oídos a su canto, que fue la más
sincera manifestación de su esencia: “Ajena ya a la vida siempre
en joven presente,/ abstraída a la gracia/ de esperar el divino
renacer de la muerte,/ yo, cancelada y sola sin huella de
esperanza.”
La voz de Margarita Michelena jamás se alza para complacencia
de las galerías. Su pureza poética es absoluta. Su canto un
clamor integral de contenidos silencios y de una profundidad
estremecedora. Canta siempre en duelo de vida y júbilo de
muerte redentora. Confiesa:
“Yo no he llegado nunca al final de la noche./ Y el mar
existe./ Y yo deseo correr/ hacia mi entrega y a mi muerte.”
¿No es la vida, vayamos despacio o con prisa, una carrera
hacia la muerte? Si lo es. La vida, finalmente, no nos aclara
la última cuestión. En tanto vivimos no es posible rasgar el
velo del misterio. Hay que morir para ver, aunque sea ello
un ver sin ver donde la luz lo ciegue todo. Hay que morir
para escuchar y descifrar la palabra final o el expresivo y
absoluto silencio.
Margarita Michelena, gran poeta, sin embargo, llega a decir:
“Sólo he sido un impulso por huir de la muerte”, pero, ¿se
puede huir de la muerte? Nadie puede huir de la muerte, no
ya de la propia, sino tampoco de la ajena. Vivimos con la
muerte al hombro y frente a los ojos. La vida, en realidad,
no es más que el esqueleto de la muerte. Inútil querer
engañarnos. Y Margarita Michelena lo sabía muy bien, digamos
que perfectamente. Es por eso que en “Gris” escribe:
“Hay una espesa muerte/ que divide las cosas.”
Es cierto, muy cierto, pero la muerte para Margarita, en
“Laurel del Ángel”, 1948, es también “amorosa”. Recordemos:
“Sí la amorosa./ La más plena hermosura./ La llama de
tiniebla/ y de frescura”. Muerte deseada y soñada: “Y yo
era sólo un sueño y el deseo/ de morir.”
Vivir es en parte un secreto deseo de morir. En la poesía
de Margarita Michelena nos vamos encontrando con harta
frecuencia con la muerte:
“Algo ya de mi muerte está aquí ahora”. Y continúa: “Ya no
me pertenece/ la voz que está cantando a mis espaldas/ y mi
puro planeta está llegando/ a ponerse debajo de mi planta/
porque ande mi memoria entre nieve.”
Memorias y olvidos. Vida y muerte. Canto. Únicamente
el canto permanece. Margarita Michelena permanece en
su canto, en su poesía, donde la muerte, a toda vida, nos
habla de esta manera:
“Deja que en este punto mi ceniza/ se caiga desde mí, que
me desnude/ y me deje a tu orilla, consumada./ Que con
brazos de amor –no los tuve-/ llegue por fin a la sortija
de oro/ con que el misterio ciñe tus murallas.”
Margarita Michelena, periodista temida, fue por sobretodo
poeta, una gran poeta, aún todavía no del todo descifrada y
menos admirada y querida, la verdad suele ser antipática.
Voz la suya que nos seguirá hablando en sus poemas radiantes
de vida y muerte hasta el fondo del ser:
“Vivo a veces mi muerte. Me recuerdo./ Adivino mi rostro y
sé mi nombre./ Y la puerta se abre. Y yo penetro/ en mi
primera identidad y salgo/ de la casa fugaz de mi esqueleto.”

Libre ya de su esqueleto, Margarita Michelena, a toda
muerte, es decir en plenitud de vida, por aquel “país más
allá de la niebla”, entrevisto por ella y, hoy, ya, por ella
habitado, en fulgor y clamor de poesía ajena a la cárcel de
las palabras, las rimas, los preocupados acentos y otras rejas,
vive su muerte en reunión y celebración de vida con lo seres
que amó y se le adelantaron en el camino, como fueron
Efrén Hernández, María del Refugio, Eunice Odio...
La muerte, en suma, es el verdadero y real encuentro con
nosotros mismos y con nuestra sagrada tribu espiritual.

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