COMO EN EL VIEJO OESTE
Como en el Viejo Oeste
le puse precio a mi cabeza,
aunque yo nunca he sido sheriff,
por todos los delitos cometidos
por mi desenfrenada imaginación.
Carteles puse en todas las esquinas,
y en las sórdidas puertas
de las cantinas malolientes,
con un final determinante:
“Lo quiero vivo o muerto
y, la verdad sea dicha, lo prefiero
mejor muerto que vivo.
Recompensa: Mil doblones de oro”.
Lo extraño entre lo extraño
es que nadie lo ha tomado en serio,
y yo, inmerso en mis delirios,
continúo creyendo todavía,
como los gambusinos
allá en el Viejo Oeste,
que algún día encontraré un filón
de oro puro que me saque del fango
y, polvo ilusionado, vuele libre
hasta fundirme con la luz invisible
del creador de la luz
que todo lo imagina y lo ilumina.
JUAN CERVERA SANCHIS -México-
DE FACEBOOK - 6187 - UN POCO MÁS ARRIBA DE LA PICOTA
Hace 9 horas
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