BAILARINAA UN ÓLEO DE DIETO DERICHS
En el centro equidistante, o casi,
de los lúgubres rincones,
justamente allí,
rodeada de oscuridad y misterio
una cajita de música,
o al menos algo que se le parece,
oblonga y blanca, ha iniciado
su melodía repetitiva
y su bailarina, de almidonado
y blanco vestido, posiblemente
de tul, se multiplica, al tiempo
que gira y baila sin parar.
Sube y baja, baja y sube,
y se escapa, iluminando
las envolventes sombras
que están más allá de toda vida,
más allá de toda esperanza.
JOSÉ LUIS RUBIO
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