Estatua de mujer
Atrapada en el bronce: Golondrina
de alas truncadas, incapaz de vuelo;
muda canción, solemne violoncelo
sin cuerdas, y sin vida, en la vitrina.
Todo lo fuiste un día. Bailarina
de corte frívola, flotante el pelo,
en el taller del escultor, modelo,
y tal vez aquiescente concubina.
Al ser fundida al fuego, cuanto fuiste
quedó inmovilizado, te dormiste,
sueño de siglos del que no despiertas.
Mas el dolor de aquel preciso instante
no ha logrado escapar de tu semblante,
mujer sin nombre, que a turbarme aciertas.
Blanco abrazo
En fuego están mis sábanas; me abraso
en su vivo paréntesis de llama.
Dentro de mí una voz, gimiendo, clama
por volver a colmar de vino el vaso.
Del vino tan añejo, tan escaso,
que pocos reconocen, pues no se ama
de verdad si quien bebe lo derrama,
o si quien brinda sólo va de paso.
Ni despilfarrador ni peregrino,
vine con el espíritu genuino
de quien busca a tu sombra residencia.
Pero tu sombra se evadió, y yo quedo
en este blanco abrazo en que me enredo,
entre el fuego y la escarcha de tu ausencia.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO
Los Angeles, 20 de abril de 2011
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