ATARDECERA un óleo de Paqui Millán
Cuando el sol se ha hundido
en el horizonte lejano y la noche,
donde todo color desaparece,
está asomándose presurosa;
cuando el azul brillante del cielo
ha dado paso a los tonos
rojizos, pajizos y grises del atardecer;
entonces, en ese preciso instante,
cuando ni es día, ni es noche,
la bailarina, cuyo blanco vestido
es un reto a la oscuridad, se ha detenido,
sobre un carámbano de afilada punta,
del que penden finas gotas de hielo,
en equilibrio sobre el vacío,
a sujetar las largas cintas
de sus impolutas zapatillas.
JOSÉ LUIS RUBIO
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