NAYARIT
Si amas entrégate, y si te entregas, también.
Sus ojos negros como el azabache.
Su sonrisa era tenue entre sus labios rosa.
De su cuello colgaba en forma de amuleto
un raro emblema cual Virgen Queretana.
Lenta la noche iba cubriendo los trigales
al compás del trino del viento huracanado.
En la furia, fuego del Popocatepetl
bañando con su lava roja y calcinante
aquel paraje de trigales verde-claros
donde la forma de su cuerpo resaltaba.
Sus ojos eran negros como el azabache.
Radiantes como dos luciérnagas en celo.
Doblegué mi pecho sobre su chachal azul
cual pistilo en el fondo de la tierna orquídea.
Bañé con mi polen sus tiernas cavidades
besando sus labios de perfumada rosa.
Las blancas pirámides de sus tiernos senos
se quedaron quietas mostrando el firmamento.
Habíamos vivido ritos ancestrales
de Mayas, Aztecas, de Incas y de Chibchas.
Le dije al oído los versos de Geraldy,
de Silva, de Lugones, Bernárdez y Martí.
Era de madrugada sobre aquel paraje.
Sus ojos era negros como el azabache.
Colocando su amuleto sobre mi frente
me dijo con la luz del sol sobre su pecho:
"Quédate, no quiero saber que te hayas ido,
ven a mi tribu, te daré cofres de rubí
cuando cantes tus poemas a mi oído;
yo soy la Princesa de la casta Nayarit".
¡Sus ojos eran negros como el azabache!
CARLOS A. RIVEROS GONZÁLEZ
Miami, Florida
UNA NANA, POR NAVIDAD
Hace 7 horas
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