“Vamos mujer, partamos a la ciudad / todo será distinto, ya vas a ver...” Cantata Santa María de Iquique, así dice en alguna de sus partes, magistralmente cantado por Quilapallún, recuerdo, conmovido, que estuve entre los privilegiados que la escucharon por primera vez. Siempre hemos sido algo ingenuos, algo prisioneros de nuestro tiempo y nuestras creencias, por más que los hechos y la ciencia nos digan que las soluciones van por otro camino.
Confiados fueron los mineros con sus familias, los recibieron en el patio de una escuela y en tres minutos los masacraron, tres mil fueron los muertos. Una señora que en Chile era presidenta, alrededor de un siglo después ordenó derrumbar la escuela. Lo cual nos dice que el poder es masculino y que no entiende de razones ni se guía por humanismos, todo lo hace en beneficio propio.
Un siglo y más después el poder sigue matando gente sin importar razones ni derechos escritos en papel. El idioma toma nota de muchos asuntos funestos en femenino, una pandemia es un desastre mayor y es palabra femenina. Pasan los años, sumamos luchas en el tiempo y poco se avanza hacia una sociedad de plena justicia social y humanismo.
Quizá el problema sea que los machos que están en la contra parte del poder, para actuar también se valen de un poder y este es esencialmente un asunto de egos, se logra unir cuando sus intereses están amenazados, así acontece con los dueños de la fortuna, los otros, los que estamos abajo, seguimos en las pequeñas batallas, sin lograr entender que ya es hora de ser o seremos borrados.
Una nota publicada hoy en RT nos da cuenta de los desastres que nos afectan y tienen sello de género:
El año 2019 se estimaba que un 30,3 % de mujeres latinoamericanas estaba en condiciones de pobreza, cifra que aumentó al 37,2 % en 2020 y aumentará más todavía este 2021.
Más adelante dice: los sectores económicos que tendrán un mayor efecto negativo, como el comercio, las manufacturas y el turismo, concentran un 56,9 % del empleo de las mujeres y un 40,6 % del de los hombres.
La injusticia, la violencia, los desmanes del poder, nos afectan a todos, pero mucho más a las mujeres. En este contexto nos enteramos todos los días de violencia contra la mujer, de asesinatos y tendemos a pensar que es un asunto de hombres perversos, la realidad es otra, es el sistema de relaciones económicas, lo perverso que debe y puede terminar. Toda lucha por justicia social, es un hecho político condenado al fracaso si no logramos unir todas las luchas y destruir el ordenamiento perverso del poder.
Ya no más ingenuidad, ya no más ego, ya no más parásitos, ya nos más luchas aisladas, ya no más creer en la buena voluntad de gente bien. Toda solución ha de venir de nosotros mismos. Este 8 de marzo es un punto de inflexión. Seamos ahora, la fuerza unida, por un ordenamiento social que permita el desarrollo pleno de nuestros potenciales creadores.
Tito Alvarado
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