Yo quiero confesar,
mi larga; pero dulce pena,
que no se detuvo ante el hierro,
ni el fuego que quiso quemarla
para convertirla de otra manera.
Yo quiero confesar,
que di sustento a mi vida,
buscando del alma humana
la mano que se extiende,
para dar una caricia,
de la expresión de unos ojos,
que nos hacen una pregunta
o nos dan una respuesta.
Yo quiero confesar y de qué manera
que dura fue;
pero de ella ya nada queda.
A su debido tiempo
pienso en las cosas,
que se han quedado,
para demostrar que el alma
está llena de infinitas cosas,
Saber a veces
las más absurdas e inconclusas,
sentir que late en nosotros
un corazón que aún tiene fuerzas.
Pienso por qué tu nombre,
me llega de tan cerca,
sin añadir por encargo
el alma y la conciencia.
ARMANDO ARZALLUZ
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