viernes, 19 de marzo de 2021

ESCRIBIÉNDOLE AL VIENTO


A medio patio

Se ve escribirle al viento

Hija de mi alma

Anhelaban lo mejor para ella: confort, estudios, éxito. Harían lo posible porque lo tuviera, pero no todo estaba en sus manos, pues mucho dependería de aquella pequeña a la que amaban.

Mariela, vivaracha y juguetona, traía siempre consigo una alegría que esparcía por la vida. Vivía cada día como venía: sin prisas o misterios. Simplemente hacía sus deberes, se paseaba con sus amigas, comía con gran apetito y dormía como bendita.

Como suele ocurrir, fue pasando el tiempo y Mariela creciendo, pero a la vez sus propias ansiedades. Quería ser piloto de un avión, luego antropóloga forense, después lo pensó mejor y prefirió ser criminóloga, pero viéndolo bien, como que no era su rumbo. Tal vez nada más la dactilografía. Lo bueno es que apenas iba en sexto de primaria y tenía tiempo de decidirse, pensando en otras carreras.

Mientras la vida transcurría, imaginó la gastronomía como una carrera estupenda, pero cambio de opinión cuando pensó que estudiando derecho podía ayudar a mucha gente que injustamente era castigada; se deslumbró después con la química por aquello de saber desentrañar los componentes de alguna substancia. Se desanimó al saber que debía analizar con frecuencia: orinas y sangre. Terminaba ya la secundaria.

La vida seguía su rumbo inalterable. Mientras consideró en su cabecita soñadora las ingenierías, pero las encontró tan variadas y exigentes que no se decidió por ninguna. La psicología cruzó también por su mente y poco después la arqueología. Volvió sus ojos a la enfermería, pero pues ya en ese campo y por poquito, mejor ser médico, o cuando menos dedicarse a la rehabilitación física. Cuando supo de la nueva escuela para hacer motores de avión se entusiasmó tanto que se veía ya en ella con su bata dirigiendo a subalternos. Pero ¿para qué quedarse en tierra? Mejor ser astronauta. Dio un giro de 180 grados cuando anunció que mejor estudiaría filosofía, sus padres abrieron mucho los ojos. Pero duró poco el impulso porque después anunció su intención de ser cantante rockera.

Cuando debió elegir en serio qué estudiar, después de un cisma familiar, se decidió por idiomas, y provocó el suspiro de sus padres. Ahora la preocupación era si persistiría. No solo lo hizo, sino que sus estudios se convirtieron en el eje de su vida. Pero aquel continuo cambiar de parecer evolucionó y se manifestó ahora en preguntas sobre el universo, y dio en soñar con nubes, lunas y soles; con osos, encantamientos y fuerzas mágicas; paisajes lejanos y personajes extraños, hasta que de tanto involucrarse, llegó a un sitio inesperado: se convirtió en cuentista.

Galia Guillermina Razo Almanza



No hay comentarios:

Publicar un comentario