De la estirpe de un pájaro sin hora
nací. Y, en los infiernos de mi cama
-confundiendo los cuerpos con su llama-
ardo en la piel de alguna dulce Aurora
con frenesí. Sin más reloj ahora
que su ombligo, esperando que lo lama,
con esa eternidad que en mi derrama
tan sensual torre: un cielo que evapora
sueño y saliva sobre el foso oscuro
del placer y la carne, donde un mar
de brumas corre en ríos por su vientre
hacia la oscuridad, mientras conjuro
su sexo con mis ganas de volar,
para que, en sueños, ¡deje que me adentre!
Antonio Ramos Olmo -ESPAÑA-
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