Camino en el bosque entre sus penumbras de soles,
de los álamos, como un llanto, caen dos gotas suspendidas
entre sus gratos silencios y tibios resplandores
caen de las hojas del otoño, que regalan sus lágrimas cristalinas.
Sol tímido que abraza con sus reflejos tibios, los troncos centenarios
entre sus silencios cómplices, cuántos amantes prohibidos se amaron
en encuentros furtivos, entre sus hojas de oro y bronce
entre promesas, plegarias, suspiros y gozos apasionados.
El bosque deja caer sus párpados, y la luna enciende la noche
la brisa fresca es testigo de aquel último beso atormentado
que despide al amor, la pasión y otra tarde fecunda de amores
atrapados en el recuerdo fugaz, del prohibido y lujurioso pasado.
Sé que tú, no volverás, todo suena y huele a despedida
y allí quedo yo, perdido en el recuerdo de tus ojos de cielo
bajo tus pestañas de estrellas, que se entrelazan sentidas.
Mi corazón moría triste y lento, cuando partías
sin mirar atrás, hacia las noches tristes y frías
tu rostro de cándida aureola caminará por el mundo
tus ojos, al conjuro del llanto y tu andar vagabundo.
Mi corazón se estruja, en agonía,
y mi razón lo calma, en la angustiosa despedida.
Guardaré en la memoria el secreto de mi alma, escondida
y dejaré al tiempo que sacuda mi letargo, en el largo y profundo
sendero de la vida…
Tú, te enamoraste de mis otoños.
Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-
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