Creí caer en tus redes mientras vagabas en pos
de mil quinientas sirenas que pensaste te adoraban...
¡Qué lúgubre resquemor el que visitó mi frente!
Una piensa que decente es el hombre de sus sueños;
pero cuando ha conseguido lo que guardabas de veras,
se mueren las primaveras del rostro y del alma, amigo.
Mas, ¡que bello que es adorar sin pensar en la malicia
cuando el otro dice: albricia, hallé a la dama del viento!
¡Que no daría la mente por que fuera en un instante
ese velo blanquecino que oculta mil desengaños!
Pero saben los poetas que amar es cosa de locos
y el mundo está entretenido en jugar a ser mayor
proponiéndose, a tenor, de los viejos arrabales,
dar de su sangre a raudales por conseguir conquistar.
Pero amigos... No es amar lo que pretenden marchitos,
es solazar entre gritos sus egocentrismos vanos.
Mojar tus sábanas blancas con sus viejos arenales
y hacer dibujos astrales en la espalda de sus diosas.
Dueño de todas las cosas, se acerca a la ceremonia
sabiendo que once minutos es el tiempo para ser...
¿Pero, el amor tiene tiempo?
¿Tiene tiempo el desengaño?
Sin tiempo vuelo mi vuelo entre mis velos de novia...
Mi cuerpo, sin cuerpo vibra entre los pliegues del viento.
Y algún retazo de piel que se me escapó cautiva,
pretende morir altiva despreciando nimiedades.
Me habita la honda pasión que en la arteria azul y grana,
ignora la blanca cana de mi cabello trenzado;
Y en el dulzor de mi almohada al compás del duermevela,
se va prendiendo la vela de la eterna libertad.
Eterna y externa paz que dice: ¿no me acompañas?
¿Por qué entretenido empañas tus ojos de tercas nubes?
¿Dónde quedó ese tesoro que portaba en estandarte
el espejo de tu pecho en tu guerra, corazón?
¿Es que no hay otra razón que la tuya solamente
que te devanas la frente en mares de decepción?
La albura de una memoria, mas allá de tierra y cielo,
ha de enseñarte en un vuelo lo que sabe el verbo amar.
Y vas a ver que lograr internarte en un instante
en el mar de tu conciencia y en el fuego de tu lar,
será volver a acampar en lo alto de una estrella,
allá donde toda huella jamás nadie va a borrar.
Carmen Azparren Caballero
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