viernes, 26 de abril de 2019

LA FUERZA DE SER LIBRE


Es cierto que tenemos en el mundo, y los respetamos, un determinado número de seres que dedican sus vidas enteras a la meditación, la oración y al recogimiento, la mística pura, cumpliendo reglas severas de pura contemplación, en rígidas órdenes monásticas de clausura.
Y como el Ruiseñor, que no quiere tener cría en su jaula para que sus polluelos no nazcan esclavos, todos los demás Seres tienden a ser libres, en correlación con las formas de vida de la comunidad en la que se asientan, y luego formar parte de ella.
Cuando el Ser encuentra su lugar, en un lado u otro de alguna manera, conquista su libertad de decidir, ergo, va camino a lograr pensar en libertad.
En adelante, con el conocer del amor, como un sentimiento arraigado en su alma, y el alma es propia de cada uno y no cambia, el Ser toma conciencia de sí mismo y su entorno.
Así obtiene, por responsabilidad y el amor, el sentido de la familia y vivir en comunidad, y participar de ella. Aprende a entenderse y comprender a los demás, y a no aplicar a su propia conveniencia, sus gustos y costumbres, en desmedro de sus congéneres.
De esa manera se convierte en un ser libre y pensador, y no será un elemento de disociación de la forma de vida que libremente eligió.
Al mantener estos conceptos el ser libre persevera, y su libertad puede estimular a otros a liberarse. El escritor Octavio Paz lo define así:” Sin libertad, la democracia es despotismo, sin democracia la libertad es una quimera”.
Y el Ser comienza a participar, con su humanidad, en la íntima realidad de sus ideas con sus congéneres, empujándolos a los cambios y a evolucionarlos hacia una fuerza liberadora que los guie hacia un destino de grandeza.
Libera y transmite en ellas sus sentidos, sus sueños y sus aspiraciones, transformándolos en personas capaces y confiables de acatar leyes y costumbres y en consonancia con estas actitudes, adquieren la conciencia de construir una sociedad más perfecta y justa para el bienestar de toda la comunidad.
Pero, como en toda regla, siempre habrá excepciones.
Siempre estarán esos otros, como bien los define Mark Twain “Son como la luna, tiene un lado oscuro y no lo muestran a nadie”, que ungidos por el poder supremo, que nunca sabremos quién se lo confirió, sintiéndose dueños de la vida y obra de sus cuasi súbditos, hacen y deshacen a su libre albedrío, buscando su retroalimentación en el tiempo con promesas vanas que ya nadie les cree, sometiéndonos a dolorosas situaciones sociales y políticas, con el único objeto de no pagar nunca sus culpas y acrecentar sus bienes materiales, los suyos y los de su entorno.
El individuo, se convierte en un Ser descreído y deshumanizado, y comienza a perder su libertad de pensar y actuar libremente, pierde su libertad económica, política y humana y hasta su trabajo, y no será feliz.
Siguiendo las palabras de Mahatma Gandhi:” La fuerza no viene de la capacidad física, viene de una voluntad indomable”, los tiempos de la historia demostraron que estos desaciertos estimulan las mentes y las voluntades, mucho más que la acción directa, y pone en movimiento esa energía liberadora que es patrimonio de la humanidad, y activa los cambios que requiere la sociedad en su conjunto, en cada instante, para transformarse permanentemente en la más adecuada de las posibilidades de la transformación del Ser, buscando el bienestar general, de sí mismo y sus semejantes, en unión de todos los pueblos del mundo.

La peor de las luchas no es la que se pierde.
La peor es la que no nos animamos a hacer.

Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-

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