Se han partido las cuerdas
que sostenían los cubos
donde guardaste la lluvia
y el agua se esparció
por toda la casa
inundándola hasta el techo.
Nadando conseguiste salir
a la fría noche donde empapado
temblabas de pies a cabeza
deseando que la luna
fuera el cálido sol del mediodía.
Un cerilla necesitas para encender
la leña que guardas en el jardín
y al fuego eliminar el frío
que lleva el dolor hasta tus huesos
haciendo que tu cuerpo se estremezca.
Una cerilla, solo una cerilla,
para recuperar el calor
pero todas las cerillas están mojadas
y no prende la seca madera
que guardas en el leñero.
Un primer estornudo casi
te rompe el pecho y aumenta
el temblor de tus manos y piernas
mientras un fuerte dolor
de tu cabeza se apodera.
Sin cerilla que encienda
el fuego vivificador
solo te queda correr y correr
por entre las rosas y los naranjos
esperando que el calor vuelva a tu cuerpo.
Corre, no esperes más,
que tu cuerpo helado
poco a poco va debilitándose
y en unos minutos la fiebre
será tu dueña y señora.
JOSÉ LUIS RUBIO
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