Cuando el dolor llena la tierra,
y Dios la llena con el corazón de amor,
solo hay momentos de arrepentimiento,
bajo la cruz del dolor.
Cuando Dios fue crucificado,
por los hombres que más poder tenían,
los más humildes abrieron su alma,
entregándose a él, con la humildad de su vida.
De rodillas ante la cruz,
la gente lloraba al redentor que crucificaban,
y sus lágrimas a sus pies derramaban,
y el arrepentimiento de su alma brotaban.
Los ojos de Dios se empañaron de lágrimas,
y la sangre de sus heridas recorrió todas sus llagas,
pero al ver que la gente bajo la cruz se arrodillaba,
Dios levantó su mirada, lleno al mundo de esperanza.
Olivia Cortes Rubio -Málaga-
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