Te conozco tanto mi niña, que te amo desde siempre.
No olvidaré tu sonrisa y el azul de tus ojos, cuando el primer beso te robé
en aquella tibia tarde inocente de adolescente, un dulce recuerdo del ayer.
¡Tantos otoños, tanta vida, deseando una primavera contigo!
Quién alguna vez no ocultó en su alma aquella pasión del amor de amigos
y verte todas las mañanas en tu ventana, tú y yo y mi pasión como testigo.
Se aquietan mis ojos en tu perfumada primavera virginal.
Siento una extraña y dulce ternura en mi sangre, lava ardiente inesperada
cuando tu cabello en la brisa, cubre tu sonrisa, y el mar azul de tu mirada.
Tu belleza provoca, la bella prosa, jamás escrita por mi verbo.
Caminemos tomados de las manos, hasta que el amanecer nos encuentre
quítame la triste soledad, cuando tú no estás, que me acompaña siempre.
¡Tanta vida en esperarte! Sabiendo que tú existías tan cerca.
Y esta soledad mía, amándote, que madurando en mis otoños, atardecía
hasta que mi alma atrapó tu aliento y tu sonrisa, y revivió con tu alegría.
Persiguiendo tu sonrisa, me extravío en el mar de tus ojos.
Voy a respirar el aroma a pétalos de tu piel olvidando heridas de esperas
cuando me des tu amor, ya es mío en mi pasión, como rosa en primavera.
Rotas las quimeras de mis pasiones, al fin fuiste mía, mujer.
Caminas casi desnuda, mínimo ropaje que te roza casi como una melodía
entre tus piernas, que reverdece la pasión, pura y desatada, del alma mía.
Un temblor apasionado me estremece, cuando acaricio tu vientre.
En el fragor de la pasión, vencido tu tibio pudor, tomo tu flor dulcemente
mientras mis manos recorren tu espalda, dormida piel de ansias ausentes.
Siento la necesidad de amarte, sin descanso ni sosiego.
Desnúdate despacio, déjame verte, y olvidar la quimera de un viejo sueño
y encántame con el paisaje del lunar de tu vientre porqué ya soy su dueño.
Siento como tu primavera ama, dulcemente, a mis otoños.
Vivo en ti antiguas ansias y olvidaré el desierto que habita mis nostalgias
y te amaré en auroras amanecidas, despertando juntos en tibias alboradas.
Mujer de mi vida, despertaste conmigo al amor.
Ahora, duérmete conmigo, yo velaré de tu vida.
Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-
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