Ayer lo vi. Sí, lo vi.
La verdad no lo creía
que era a él a quien veía,
dándome mucha alegría
al ver que me perseguía.
¡Qué alcanzarme pretendía!
Y al llegar él junto a mí
de dicha yo me moría
al oír lo que decía:
Que de mí sólo sería
y que mucho me quería…
Que sin mí ya no vivía.
¡Qué lo amara me pedía!
Y al abrazarme él a mí
sentí que desfallecía.
Mi cuerpo en el suyo ardía.
Toda yo me estremecía…
¡Casi loca me volvía!
Mas, al decirle que sí,
que suya siempre sería,
que también yo lo quería,
aquella gran alegría
se transformó en agonía,
¡porque se desvanecía!
María Adelina García Corea
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