Siempre hay nubes escondiendo los sueños
Y a veces se abren en la lluvia.
Cada una de sus gotas caía por mi pelo y por tu pelo.
Mojaban mis manos y tus manos empapándonos de ella.
Bautizando todas nuestras emociones.
Haciendo revivir nuestra tierra.
Tú me llovías dulcemente
tus pedazos mojados de ternura.
Eras un poema que se escapa a la costumbre.
Traté de adquirir una provisión de tu belleza
para los días de tu desaparición.
Te abracé tan fuerte que mi corazón temblaba.
Quería guardar ese temblor.
Que sus latidos fueses tú y,
con el ritmo de la lluvia
te durmieras en mi pecho
buscando calor y ternura.
Ahora llovía de mis ojos
densa lluvia de amor y dolor
con tintineo suplicante
para que no te fueras.
Te marchaste.
Emprendiste el vuelo.
Mi amor se quedó en esa jaula de tristeza aleteando,
pero no pude seguirte.
Cuando regresó la lluvia.
Yo, ya había cogido una casa a la izquierda de mi pecho.
Tenía ternura, misericordia y mucha luz.
Conmigo se quedaron todas las letras de tu nombre.
En mi sueño y en mi despertar
tu memoria me estremece.
Algún día nos encontraremos
en la estación del perdón
Y me mostrarás dónde elegiste tu casa y cuál
es tu sol.
Carmela Linares
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