martes, 10 de julio de 2018

MIRANDO HACIA ATRÁS


Me levanté esta mañana
y, entre despierto y dormido,
le eché un vistazo al pasado,
a ese primer encuentro
de aquel momento vivido.
Pues cuando estoy con mi esposa,
en nuestro altar florecido,
las sábanas nos envuelven,
las almohadas son un nido,
que nos arrulla entre sueños
pues somos sus consentidos.
Recordé, gratos momentos,
cuando en besos nos sentimos,
que éramos presos, cautivos,
entre candentes abrazos
y allí los dos nos fundimos.
Estaba haciendo memoria,
del camino recorrido,
cuántos veranos e inviernos
y otoños hemos vivido,
en nuestro huerto sembramos
los frutos ya recogidos.
Tres retoños floreciendo
en primavera, cual higos,
una cosecha muy fértil,
que hoy alegran nuestro nido,
son seis gorriones creciendo,
que cantan y que hacen ruido,
son el fruto que a nosotros
nos alegren y dan bríos.
Estaba solo en mi alcoba,
ya mi esposa había salido.
le eché un vistazo al pasado,
y el silencio que es mi amigo,
me susurró en el oído:
ya cumpliste tu trabajo,
pero es muy largo el camino
que aun debes recorrer
¿quieres, andarlo, conmigo?
Me sentí libre, liviano,
satisfecho y bien servido,
pues mi esposa es un tesoro,
los hijos que ella ha parido,
nos regalaron seis críos,
la huerta ya dio sus frutos,
y yo estoy agradecido.
Dice la historia un refrán:
que el hombre llega a ser varón,
cuando engendró el primer crío,
sembró un árbol y también
ha escrito su primer libro;
que cuando el hombre se casa
también aprende a ser hijo,
y a ser padre aprenderá
siendo un abuelo querido.

JOSE RUEDA A. 

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