Apuro otro vaso de olvidos
en los rincones más fríos
que mi corazón ha encontrado,
con un nombre envenenado
entre mis labios, cautivo
y que trato de seguir ahogando.
Rueda por el suelo el vidrio
de mis sueños incumplidos
y faltos de todo pago,
sabe Dios, dónde me has dejado...
entre las tapas de un libro
en un estante apolillado.
Babeo los besos de mi vergüenza
amodorrado sobre una mesa
con los iris apagado
que miran moscas en su vaso
y aflige, que lo que duela
es que ya no queden más tragos.
Se soltó el cordón de un zapato
pero no aciertan mis manos
ni a atarlo, ni a desatarlo,
ni al golpe que me está esperando
antes de llegar a la puerta
sea doble o esté inquieta
cuando la alcanzo tropezando
con esta perversa idea
que consiste en seguir respirando
después de todas tus promesas.
Luis Maria Saiz Laso
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