Una mañana inquieta me levanto,
miré, tras del visillo, su arrogancia
cuando vi tan inflada su ignorancia,
se me abrieron los ojos del espanto.
Telarañas salían de mi llanto,
recuerdos del insulto de mi infancia
refrescando la duda, ya algo rancia,
provocando, de pronto, mi quebranto.
Fueron muchos recuerdos al relente
en mis huesos clavados dando gritos
como fosa dañina del engaño.
La memoria me vino de repente
a los hechos que pudren los prescritos
y en mi ser ya no cabe tanto daño.
María Sirena Matrí Mar -ESPAÑA-
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